HISTORIAS DE GATOS. Carlos C. Laínez


Del 7 de noviembre al 11 de Diciembre
Galería Belén, C/Francos, 42. Jerez

Los gatos tienen siete vidas, eso lo sabemos todos. Pero hasta después de haber conocido las 35 historias felinas de Carlos C. Laínez no he caído en la cuenta de que, además, tienen una multitud de existencias clandestinas, maneras ocultas y cualidades inesperadas.

Era necesaria la visión entre pictórica y poética de Carlos para vislumbrar detrás del pelaje morisco de una gata asilvestrada, o tras la suavidad de nube de un angora, el secreto de estos animales. Quizá lo adivinó adentrándose en sus miradas, en ese ojal finísimo en el que se convierten sus pupilas cuando el sol las hiere, o analizando un modo particular de ladear la cabeza antes de lanzar el maullido. No sé. Tal vez tuvo que volverse un poco gato, arrebujarse con ellos junto a una chimenea o salir a cazar la luna cualquier noche de agosto. La cuestión es que, de un modo natural o acudiendo a magias inconfesables, Carlos C. Laínez ha logrado desentrañar el misterio de los gatos. Ese que desde Egipto hasta nuestros días, pasando por pálpitos de pitonisas y clarividencias de Lewis Carroll (¡esa sonrisa del gato de Cheshire!), se columbraba apenas. Él ha tenido la osadía y la deferencia de desvelarlo, contarlo y pintarlo, para que ninguno de nosotros, lectores y observadores asombrados, nos quedemos en la ignorancia. Ahora sabemos que hay gatos sombrero y gatos jaula. Gatos ovillo y gatos libro. Que hay unos que se mimetizan en pájaro y otros que se enamoran de mujeres y de sirenas. Que unos crecen y otros menguan. Que cantan ópera o escriben libros. Que nos enseñan la necesidad del viaje y también la quietud del centinela.

Ya nunca acariciaremos del mismo modo a nuestro gato, ni oiremos su ronroneo con la displicencia que solíamos. Estas historias felinas, maravillosas, líricas pero turbadoras, nos recordarán continuamente que “en la naturaleza nada es lo que parece” y que cada animal, cada imagen, cada gesto, quizá guarde un rincón de sombra en el que otro animal, otra historia, otro gesto sean posibles. Miren a estos gatos y déjense arrastrar por la intuición y por la fantasía. Y luego miren a su gato, y pídanle que les cuente…

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